Y como cada noche abres los ojos a las cuatro menos veinte. Un mar de dudas inunda tu cabeza. Es el momento en el que se encuentran tu verdadero yo con tu otro yo a solas.
Es el momento de las decisiones: sigues adelante o abandonas el juego.
Y como cada noche te equivocas, decides seguir tirando los dados de la suerte, porque crees que abandonar suena demasiado fácil.
Pero cada nuevo día que amanece es más complicado poder seguir jugando, cada amanecer te encuentras más cansada, cada amanecer vuelves a tener el dilema del espejo: ¿esa soy yo?
Y la respuesta es “no” esa ya no eres tu, es solo un reflejo de lo que has sido y de las consecuencias que tiene el seguir jugando.
Es el momento de las decisiones: sigues adelante o abandonas el juego.
Y como cada noche te equivocas, decides seguir tirando los dados de la suerte, porque crees que abandonar suena demasiado fácil.
Pero cada nuevo día que amanece es más complicado poder seguir jugando, cada amanecer te encuentras más cansada, cada amanecer vuelves a tener el dilema del espejo: ¿esa soy yo?
Y la respuesta es “no” esa ya no eres tu, es solo un reflejo de lo que has sido y de las consecuencias que tiene el seguir jugando.
Lo aceptas, pones tu mejor sonrisa y te tiras a la calle.
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