Y allí estábamos los dos. Tumbados sobre las altas hierbas que crecen de tu cama. Iluminados por el ardiente sol que hay en el techo de tu cuarto, y revolviéndonos el corazón, la dulce brisa cálida que se cuela por tu ventana cerrada.Con el tiempo enredado entre los dedos, sin posibilidad de escapar.
Sin ruido.
Sin prisa.
Sin el apremiante tic tac de la rutina.
Sin nada mejor que hacer que perderme en tus ojos y pactar con tu sonrisa.
Sin nada mejor que gritar locuras al viento con la mirada.
Sin nada mejor que perderme en tu pelo, y fundirme con tus labios…
…tus labios
Tus ojos.
Tus manos.
Todo bajo el inquietante deseo de la pasión escondida, que se muere por salir de entre las sombras y hacernos enloquecer.
Pero allí seguíamos los dos, tumbados sobre las altas hierbas que crecen de tu cama,
Sin poder tocarnos.
Sin poder amarnos.
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